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UNO NINGUNO
Y CIEN MIL

7 paisajes escultóricos de Jorge Ismael Rodríguez
Sep 19 - Nov 16

Hace algunos años, Jorge Ismael descubrió la posibilidad de “expansión hacia el interior” que le otorga la obsidiana. Más que el material en sí, la relación de encuentro, desencuentro y reencuentro que entabló con este a lo largo del tiempo, lo llevó a desentrañar y crear mundos únicos e inmersivos en su práctica escultórica. Más que construcciones, cada obra es trabajada a manera de interfaz para acceder a realidades alternativas, particulares o colectivas, según el bagaje personal y el punto de vista de quien o quienes las observan –si es que son observadas.

 

La muestra toma prestado el título del libro homónimo de 1927 en alusión directa al viaje introspectivo de su protagonista cuando descubre que tiene la nariz chueca. No se lo dice el espejo en el que se miraba, sino su mujer, quien le comenta otros tantos defectos. La conmoción del hallazgo es tal, que el hombre se obsesiona en conocerse como le ven desde fuera, llegando finalmente a la conclusión de que no es nadie –o a veces quizá sea uno o más, según quién y cuándo le mire. Así como nos construimos constantemente y podemos ser cuantas máscaras portemos y ojos nos vean, las piezas que conforman los distintos conjuntos panorámicos dispuestos a manera de ramos de flores o bosques pétreos, pueden ser todo cuanto reflejen y tantos como se asomen a ellas. Dinámicas y cambiantes con cada mirada, son una, ninguna o cien mil según qué, a quién y cuándo revelen lo que sus formas contienen durante el paseo contemplativo al interior.

 

Desde la propia travesía existencial durante las búsquedas creativas a lo largo de su práctica profesional y personal –su inicio en la estatuaria, la incursión en la instalación y el arte objeto, lo monumental y el dominio de la talla escultórica de obsidiana– Jorge Ismael nos invita a interactuar subjetivamente con sus universos-portal para sumar percepciones irrepetibles. A recordar el poder de la pausa productiva y el juego para ejercer la autoconciencia desde el poder de la observación: correr el riesgo de “tocar y dejarse tocar” para vivir el hoy y apreciar la importancia de lo fugaz momentáneo sin la obligación de trascender o ser inmortal.

 

Tania Ragasol

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